lunes, 30 de marzo de 2009

El Salto de los Delfines






Puerto Fiel, nombre poético y contradictorio para este paraje de verano con tantos desertores. Las casas están en su mayoría en alquiler o en venta, distancia? Soledad? Paso de moda? Lo cierto es que aun en temporada alta presenta muchas casas principescas languideciendo y llorando su soledad y descuido. La costa es implacable y consume esas bellezas olvidadas por sus amos mientras nosotros llegamos de visita, observándolas, imaginándonos sus vidas y olvidando la nuestra por un fin de semana.
Visita con sensaciones encontradas. No se puede olvidar la desilusión de no compartir este fin de semana programado con tanta anticipación con la familia de Nebuloso. En realidad no hubiese podido venir, es imposible que alguien de ese área llegue a tener vida propia en una empresa con tantas variables, era un sueño loco e irreal que aun sin el despido no se hubiese cristalizado, incluso los astros y manchas solares confabulan en contra, aun en su ausencia, lo comprendo hoy.
La salud del ex gordo apachurable me ocupan la mente y el corazón, se convierte en el cuidador de gatitos siendo Mario sin duda su mayor aliado y consuelo en esa casa ajena con fantasmas prestados que más lo cuidan y reciben por un fin de semana inesperado.
Noche sorpresivamente apasionada, nos reencontramos con W. y comprobamos que somos mas que amigos, que podemos ser amantes, aun después de 23 años, que solo depende de nosotros.
El mar esta asombrosamente furioso, acorde al genio de mi madre. Las olas irrumpen con una furia amenazadora contra los arrecifes, no tan lejos de la casa, me pregunto si es por un tsunami por venir, por la luna o por historias sin aclarar en cada uno de los integrantes de ese singular grupo heterogéneo.
No logro conectarme con la naturaleza, el sinsabor de la ausencia de Nebuloso no se borra, su reemplazo es incluso casi ofensivo, la familia de E. el hermoso, su “predilecto” antagónico es como una cachetada al destino, la es vedette con su pareja no ayudan a mitigar la pregunta de cómo llegamos a parar familias tan poco afines en esa casa que luego resulta ella misma con problemas policiales! Gracias a Dios nos enteramos al partir, que pudo venir una razia, que pudimos pasarla realmente mal por la inconciencia e irresponsabilidad de los dueños, por el misterio de un chef astuto que supo ganarse unos soles aparte en base de sonrisas e historias ficticias pero diestro en el arte culinario.
El agua cristalina parece hacerle honor a Puerto Fiel, ahora comprendemos a quien debemos ser fieles, a este pródigo mar, al agua cristalina, a las olas sinuosas que en todas sus variaciones se nos ofrecen para conquistarnos y así arrancarnos un juramento de fidelidad eterna. Una playa que resulta deliciosa nos devuelve la alegría a la coneja y a mí, la sensación de poder agradecerle nuevamente a la vida por este regalo en conjunto; el mar, el sol, la compañía y la alegría de vivir.
Nos cuentan que estamos en la ruta de los delfines y no logramos divisarlos, nos preguntamos cuando aparecerán, la coneja baja de su buhardilla improvisada temprano a esperarlos pero no están, rogándole a su abuelo en el cielo que los traiga. W. nos cuenta que los vio muy cerca, con saltos increíbles, por mucho tiempo. Deduzco que es un regalo para el, por ser el único abierto a esta naturaleza tan espectacular, el único que logra relajarse y disfrutar en su paz interior, acorde a la exterior. De regreso de la playa, ya casi al partir aparecen, aporreados seguro por el abuelo, en varios grupos, haciendo círculos, saltando osadamente dándose un festín en el cardume que prodigiosamente se encuentra frente a nuestra costa y nos regalan su presencia, nos regalan la esperanza que algún día nosotros también encontraremos el equilibro, que algún día nosotros también volveremos a ser uno con la naturaleza, que algún día volveremos a encontrar la paz., que cumpliremos con el juramento de fidelidad y volveremos a Puerto Fiel con el corazón tranquilo.

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