martes, 10 de marzo de 2009

10 de Marzo

10 de Marzo, cumples 5 años en mejor vida. Te fuiste poco antes de cumplir 18 años, de los cuales 17 las pasaste en complicidad con una terrible enfermedad, distrofia muscular tipo duchene.
Cruel compañera, implacable y certera. Los pronósticos de vida se cumplieron y nosotros que pensábamos que batirlas un record al respecto, que la ciencia avanzaría tanto que con un golpe de magia te quitaría el destino de alejarte a temprana edad. Todo se cumplió a pesar de los esfuerzos, a pesar de los rezos, de la esperanza infantil e inconciente que esto no podía ocurrirnos a nosotros.
Tu historia marco la mía. Me dijeron a los 25 años que quizás incubaba el gen que transmite por la línea materna tu cruel destino. No me afecto, por lo menos no trágicamente, es mas, me dio un pasaporte para encontrarme como individuo y no verme solo como futura madre. Me dio las llaves de una libertad inusual e inesperada, podía seguir siendo mujer y persona sin tener que hipotecar mi futuro a una familia, y bien que use estas herramientas!
Cuando a los 38, una tarde tomando café el sol me rozó, sentí que quería desafiar al destino, desafiar a la genética y a la humanidad entera, aceptaba por fin mi destino maternal y le abría una pequeña puerta a esa posibilidad. No fue solo el temor de llegar a vieja sin descendencia, fue una suave certeza que podría dar la lucha siendo madre de alguien con destino fatal. Fue quizás mi vena quijotesca, mi ya entonces naciente locura o mi irracionalidad perenne la que me hizo sonreír y decidir que querría intentarlo, a pesar de tu destino fatal, mi querido ahijado. Sentí que me congraciaba con la vida
Tu suerte sello la suerte de mi coneja, porque en ese momento decidí arriesgarme a que ella sea mi hija y decidí hipotecar su vida a la de una madre inconciente y eternamente adolescente, por lo menos emocionalmente.
Cuando luego de muchos meses de alivio en los que mis esfuerzos no se veían reflejados en un embarazo, solo en el deseo vago de ser madre me comunicaron del tumor cerebral de mi padre, mi concentración se enrumbo en otro camino. Volvía a ser hija, y esta vez con sangre, con el temor de perder a un padre que no estaba dispuesta a dejar partir aun. Técnicamente no era factible tampoco un embarazo, había partido a otro continente y el padre del niño deseado se encontraba a 5000 km. de distancia, pero había el recuerdo de una despedida apasionada, de luna llena y mucha magia. Imposible pensar en eso en ese momento. El tumor fue extraído, yo dejé de ahogar mis temores en quinientos tequila sunrise y me enrumbe donde la tía ginecóloga, para que me desatore hormonalmente pues había dejado de hacer la cuenta cuando podía y no podía ser factible algún cambio. Finalmente me comunicaron que esperaba ya hacia 12 semanas a mi coneja, esa famosa luna llena había hecho el sortilegio, se encaminaba un ser hacia mi, hacia esta inconciente que sabiamente no podía ser madre por mucho tiempo. El pánico se apodero de mi, no podía ser posible, todo había sido solo un juego caprichoso y los dioses no podían permitir que semejante inmadurez de a luz un ser inocente, ya era tarde, la coneja crecía, pateaba y me dejaba cada día mas atónita con su fiera voluntad de imponerse y cambiar mi vida.
Así nació mi coneja, a la que conociste bien, porque nació en tu país. Le decías la cucaracha que se metía siempre en líos porque la verdad, la pequeña no pudo elegir peor destino que el tener estos niños grandes como padres.
Tu seguiste consumiéndote, creciendo emocionalmente y afrontando tu destino fatal, hasta que llego el fatídico 10 de Marzo. No querías soltar la rienda de la familia, reunida a tu alrededor. Dilatabas la partida con esfuerzos sobre humanos, tu madre te pedía que partas sabiendo que ella partía emocionalmente contigo, porque a partir de ese momento, tu madre ya no pudo vivir más entre nosotros. Tu partida desgarró más su fragilidad emocional, convirtiéndola en presa fácil de arrebatos irracionales, agresiones sin sentido y desconfianza en lo bueno de la vida. Te fuiste físicamente y tu madre se fue también emocionalmente. Y a mi me toca recordarte con un cariño lejano de madrina que no compartimos tanto, con un temor terrible de esa madre que dejaste aquí, deambulando en el mundo de los irracionales, rogando para que tu alma la guié y la devuelva a sus cabales para poder gozar juntas de tu recuerdo.

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