domingo, 28 de marzo de 2010

La hora cusqueña del Planeta

¿Quien te dijo que tu granito de arena no cuenta, que el planeta en realidad no respira con ese mínimo gesto, que son otras las acciones a mayor escala las que cuentan y que si no se persevera y hace a diario esto no vale? Te mintieron y solo lograron poner en duda tu optimismo y tu convicción de que si vales, si cuentas, si haces historia.
Cada dia de esta accion hace historia en la memoria de mi hija, cada año se suma un recuerdo mas de nuestas “horas del planeta”.
Los primeros se escapan de mi memoria de Alzheimer, perdida en el universo de hermosas acciones tomadas a lo largo de mi existencia, aquí y en otras latitudes.
El tercero fue en Puerto Fiel, reunidos todos en familia gozando de un fin de semana playero gracias a la empresa, compartiendo con otras 2 familias reunidas al azar, un momento en común. Recuerdo que éramos varios y que logramos sentarnos escuchando al mar, divisando aprehensivos quienes en el sur de Lima apagaban la luz, fueron muchos y Asia no se quedo atrás, a lo lejos, lejana en todo sentido. Las velas nos daban abrigo y el grupo heterogéneo se hizo ameno, conocimos las historias de E. y su esposa, como se conocieron y formaron esa linda familia. Estuvo W. como chef acompañante y nos deleito con sus historias y picardia. Una familia renitente del costado gritaba con todas las luces prendidas y su equipo a todo volumen que ellos no eran vasallos alienados de ningún tipo, para enojo de la coneja, y ese mar fiel que es siempre mudo testigo de los aciertos y desaciertos humanos! Quien diría en ese entonces que al año siguiente estuviéramos en el ombligo del mundo, un grupo reducido de nosotros.
Anoche estuvimos en Cusco, compartiendo el primer lonche andino con mi madre y V. tropezándonos con todo y con todos en el reducido cuarto de hotel pero muy divertidas haciendo bromas y probando los manjares que habíamos adquirido para ese lonche a media luz. Los nísperos estaban “chumas” pero el juguito delicioso, el alfajor enorme de miel fue una sorpresa agradable. No dábamos para mas luego de la empachada del almuerzo en la feria gastronómica del altiplano donde mi coneja y mi madre eligieron erróneamente los anticuchos duros, yo mi ají de gallina rico criollo y V. una trucha al horno muy agradable. La chicha de Quinua y los picarones coronaron nuestro almuerzo opíparo que ya no dejo espacio para el lonche a media luz.
Felices compartimos un episodio mas de nuestra historia consciente “planetaria” guardándola celosamente en nuestra memoria y nuestro corazón porque si el planeta respira o no respira esta ya decidido pero nuestro entusiasmo y solidaridad se renuevan cada año en la esperanza de si poder ser herramientas para que lo que suceda, sea para bien de todos.

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