viernes, 27 de febrero de 2009

el Trio del Karaoke

Tres tristes tigres…… llegaron al karaoke.
E. con temor de si misma, Nebuloso con nostalgias arrastradas y yo con dolor de garganta, de mi coneja y del gordo apachurrable.
“Será solo un ratito”, dijimos los tres al unísono, era mas una terapia para E. que no volvía al Karaoke desde el 2004, era también una terapia para Nebuloso que quería volver al pasado. Para mi era solo solidaridad pues ya había dado mi palabra
Resulto encantador y trasnochador, 2.00 a.m.!! El dúo que E y Nebuloso forman cantando es tan armonioso y melódico! No se si ellos se percataron pero sus voces compaginan a la perfección.
E. partió temprano, su madre sola, sus miedos cual eternos acompañantes le exigían la retirada. Yo de pronto estaba muy despierta y Nebuloso con ganas de ahogar las penas. Lástima que los antibióticos me convirtieron en espectadora y no en cómplice de esa tranca fenomenal que se pego. Al final lo saque casi al Lomo pero cantamos duro, bailamos mas y el lloró como para inundar San Borja. Lloro por cada hijo que tiene, por cada mujer que amo y por cada etapa de su vida. Sus bellos ojos color caramelo resultaron chinitos de tanta lágrima, que ganas de abrazarlo fuerte pero es muy grande para mi y pude compartir esos momentos tortuosos con el, en medio de muchas canciones bien cantadas y mal cantadas, en portugues, en ingles, en castellano y en disonante, compartí sobre todo su dolor, su penitencia, sus intentos de olvidar recordando, recordar olvidando, su increíble esfuerzo por seguir adelante con el alma partida, desangrada. Así se fue en su auto, ziazajeando, llorando, olvidando que recordó, anocheciendo sus tristezas, amaneciendo su perseverancia en seguir viviendo, en seguir sufriendo, en seguir gozando, seguir tomando y seguir compartiendo con esta loca que le toco por amiga. Alentándome en mis sinsabores, escuchándome siempre, dándome sus comentarios lapidarios fuera de la perspectiva femenina, presagiando mi camino tormentoso, augurándome mucho material literario, haciendo la reserva en grande de miles de pañuelos que alberguen las lagrimas que compartiré con el, en nuestro camino mutuo de la penitencia.

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