martes, 1 de septiembre de 2009

Confieso...........

Confieso que he vivido,
he vivido un fin de semana intenso
compartiendo con la luna las caricias de las olas,
viendo su reflejo cristalino y límpido en ese vaivén caprichoso de la marea,
confieso que he sentido las caricias del sol y la suave brisa del viento,
escuchando entre sueños las risas de nuestros niños jugando inocentemente,
labrando recuerdos que después nos alimentaran.
Confieso que he sentido la obligación de acompañar a mi hija
en su primera confesión y he sentido el susurro del Amigo
alentándome a compartir mis pesares y miedos, confieso que he tenido pavor de acercarme
entre todo ese grupo expectante y observador, cronometrando los pecados ajenos y propios.
Confieso haber llegado al Presbítero rogándole al Amigo no derrumbarme haciendo un papelón por la inminente pérdida que se acerca y que no se si podre afrontar.
Confieso haber sentido la comprensión del sacerdote, quien cerrando los ojos a los detalles
percibió mi arrepentimiento sincero y corto y sin mas rodeos cucufatos me impartió el perdón y la sorpresiva bendición que me trajo una paz interior bondadosa y tranquilizadora.
A partir de ese momento, confieso haber tenido mas bríos que nunca, mas esperanzas y optimismo, confieso estar agradecida por la oportunidad de esta terapia espiritual sin mayor retribución que la alegría compartida de mi hija.
Confieso vivir simplemente mi día con una alegría infantil, mucho tiempo añorada, con unas fuerzas contagiantes arrolladoras y una fe en la humanidad olvidada.
Confieso sentirme amada.

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