martes, 10 de febrero de 2009

¡¡¡¡Dejame ser Caballero!!!!

Te dan la mano para ayudarte a salir del coche y les contestas, casi mordiendo; “¡¡¡¡¡si yo ya pague mi cuenta!!!”
Te abren la puerta del carro y le das la vuelta al mismo para entrar por la otra puerta, dejando a tu Quijote con al boca abierta y gritando a grito pelado; “¡¡¡¡Te estoy abriendo la puerta!!!!!”
Caminas del lado de la calle mientras tu Caballero hace acrobacia y media para que le cedas el lugar peligroso y te arrimes a lado interior de la vereda, odiadote por obligarlo a hacer cabriolas de albatros terrestre desubicado.
Vivimos en latitudes diferentes, épocas diferentes, ellos y nosotras. Ellos arañando vestigios de caballerosidad que son tan raros y en extinción que nosotras ya no los registramos ni esperamos. Nosotras en velocidad diferentes, perspectivas diferentes, andamos a mil km de distancia evaluando siempre la mejor alternativa para nuestro avance cuando en esos precisos y preciosos momentos solo se trata de ir uno junto al otro……
Luego nos sentimos fatal, eternamente culpables por ser tan trogloditas mientras ellos se relamen en su caballerosidad esporádica, olvidándose de ella por mil años más hasta que se les vuelva a ocurrir hacernos sentir mal.
Nosotras, por el contrario, recapacitamos antes de no dar la mano, entramos por la puerta que se nos abre y la esperamos abierta por toda la eternidad, sin percatarnos que fueron estrellas fugaces en la consciencia dormida del género opuesto que decidió cambiar su rutina rindiéndole homenaje al abuelito y sus lecciones caballerescas.
Entonces nos ofendemos ante la puerta no abierta, ellos se preguntan entonces que esperamos que no entramos por la otra puerta y seguimos viviendo en latitudes diferentes, épocas diferentes, hasta que otra vez, a la muerte de un obispo, decidamos acompasar el ritmo de nuestros corazones, sintiendo solo la melodía de nuestro avance lento pero armonioso; uno al lado del otro.

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